Lo primero que debemos considerar es el cambio del eje nodal, el evento que ocurrió el 11 de enero de este año y que, para la astrología, influye en las temáticas que se desplegarán en los eclipses anuales.
El astrólogo indicó que el “desafío” que plantean los nodos puede resumirse en un “proceso de desintegración-integración” del simbolismo de los signos que forman el eje.
El nodo norte representa lo que debemos integrar y el nodo sur aquello que ya incorporamos. Desde enero, el nodo norte se ubicó en Piscis y el nodo sur, en Virgo.
A nivel general, la “propuesta del nodo pisciano es dejar un poco de lado la parte excesivamente laboriosa, ordenada y práctica, propia de Virgo”.
Esto nos animará a encaminarnos hacia instancias un poco más “caóticas”, pero conectadas con el servicio, la espiritualidad, la empatía, la música y el arte en general.
Los eclipses son el ocultamiento temporal de la luz del Sol o de la Luna (según el tipo de eclipse).
Pueden haber de cuatro a seis eclipses por año, aunque esto último es poco frecuente.
El ocultamiento se produce porque, vistas desde la Tierra, las dos luminarias y nuestro planeta se alinean con los nodos lunares.
Cada vez que la Tierra se interponga entre el Sol y la Luna, habrá un eclipse lunar.
En cambio, cuando la Luna quede en el medio, bloqueando temporalmente los rayos solares que llegan a nuestro planeta, se producirá un eclipse solar.
La popularización del término de «luna de sangre» alude al color rojizo y naranja que adopta la luminaria cuando es eclipsada totalmente.
Los eclipses lunares ocurren siempre en la fase de Luna llena. Los eclipses solares lo hacen en la fase de Luna nueva.