
El público, que todavía estaba entrando en ritmo mientras el festival terminaba de acomodarse, encontró en su show un ambiente ligero pero bien armado: beats precisos, interpretaciones contenidas y un estilo que no necesitó exageraciones para conectar. Roco avanzó con soltura, mostrando que entiende el peso de abrir una jornada importante y que sabe cómo sostener la atención.
Entre su repertorio destacaron “MIAmi Ye” y “Dealer”, dos de sus temas más conocidos y que fueron recibidos con fuerza por la audiencia. Las canciones sirvieron como puntos clave dentro de un set que prefirió la coherencia antes que la espectacularidad, y que terminó de afianzar su vínculo con la gente.
La presentación, sin alardes, fue sólida. Roco demostró que su proyecto está construido desde la disciplina y el cuidado por el detalle, y dejó abierta la puerta a convertirse en una presencia constante en eventos de gran escala. Su debut en La Santa Fiesta no buscó ser escándalo ni ruido: fue una entrada firme, ordenada y con rumbo claro, el tipo de actuación que habla por sí sola.