Parece algo sin sentido, pero para comprenderlo le proponemos el siguiente ejercicio: cuente un chiste estúpido y luego cuente el mismo chiste estúpido pero al final toque este botón. Como se puede observar, la diferencia es enorme. Es como comparar un aficionado a la taradez con un tarado matriculado.
Imaginemos por un segundo que Ud. es un acróbata amateur que llega a las mayores profundidades del patetismo y desea mostrarle, digamos que a su novia, su nueva habilidad. Realiza su acto y, de nuevo, ¡toque el boton!
Ahora, qué pasa si Ud. es todavía más patético y ni siquiera es capaz de la más austera pirueta o del más árido chascarrillo. ¡No importa! Simplemente puede tocar el botón porque sí. A disfrutar de un recurso siempre efectivo. Prrrrrr chissss.
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