Digamos, para no exagerar, que se trata del oso, el tigre, la tortuga, el cocodrilo y el tiburón más felices que jamás haya visto. Y que su felicidad estúpida se filtra a través de la más mínima grieta en las estructuras racionales más impermeables. A los dos minutos y medio de mirar esta secuencia uno se encuentra esperando que los personajes salgan de la pantalla. Quizá para revelarnos los secretos de la existencia. Quizá para acabar con la raza humana.
A los idiotas los pone felices. A los inteligentes les permite comprender en carne propia la hipótesis de que la felicidad plena está reservada a los estúpidos. A los genios les permite su primer disfrute genuino. Ingrese a las cuestionables páginas de Lalalalalalalalalalalalalalalalalala y permita que sus sesos se reblandezcan un poco. Lo suficiente como para alcanzar el hipnótico nirvana que le tienen reservado unos cuantos animalitos de felpa y una canción infantil.
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